Origen y realización de El Tablón

José G. Rabasco Sánchez

Antonio Ruiz Aranda

Instituto La Fuensanta, 23 de octubre de 1981, viernes, víspera de San Rafael. Pepe nos convoca en el recreo a un grupo de alumnos de tercer curso de segundo grado de Electrónica: no aparece nadie; santificamos el viernes.

26 de octubre de 1981, lunes. Esta vez sí; nos reunimos en un despacho de la segunda planta del edificio Moncloa y empezamos a gestar el periódico escolar «El Tablón».

Posiblemente no fue así, pero parecido. Decía Valle Inclán: «nada es como es, sino como se recuerda» y, tras casi cuarenta años, los recuerdos se pierden en el tiempo.

Por suerte hemos recuperado los cuatro primeros números de la revista, dos copias y dos originales, y hemos refrescado la memoria.

Testigos de aquello, Pepe Rabasco, profesor de Religión en el instituto y entonces cura de la Fuensanta y Antonio Ruiz, estudiante de tercero de Electrónica y hoy profesor en el centro.

Leyendo los tres primeros números que editamos en el curso 81-82, uno por trimestre, podéis ver la diversidad de temas tratados, reflejo del momento que se vivía y la participación de alumnos, profesores, encargadas del bar…

Cuenta Pepe: «Fueron años convulsos antes y después de la muerte del dictador Franco. Se vivía una euforia e ilusión enormes. Las clases de Religión se convertían en lugar de refugio para discutir y celebrar actos de reivindicaciones del momento; eran una válvula de oxígeno para hablar todos y de todo, dando alas a la iniciativa de aquel alumnado adolescente, inquieto y con un grado de conciencia social media. Ahí surgió la idea de la revista, en esas clases de discusión y debate.

Era el tiempo de la negociación y de los pactos. La lucha se refugió en la instituciones: solo desde ellas era posible el cambio, decían algunos dirigentes políticos como Anguita. ¿Por qué se frenaban las luchas en la calle?

La Iglesia no paraba ante esta avalancha de cambios: la ley del divorcio; las proclamas de Juan Pablo II sobre la nueva moral social auspiciando la cogestión y la copropiedad, la educación como piedra de toque; el susto del golpe de Tejero; las huelgas de la construcción en Cordoba; la OTAN de entrada…, el paro… Los avances fueron pocos…

Por esas fechas me asignaron al nuevo instituto. Un instituto por hacer. Se incorporó Jose Vidal Madruga Flores, compañero seglar y casado del barrio. Allí coincidí con un grupo de profesores jóvenes como Francisco Paños, Carlos Martínez, Enrique Ventosa, Paco Luque, Antonio Barrios, Alicia, la Ferrer… Y es que la tarea era enorme. Desde la ausencia de calefacción en un edificio recién estrenado hasta la falta de arboleda. Eran memorables aquellas tardes de futbito en las canchas de cemento.»

El editorial del 1 de diciembre de 1981 alumbra al «Tablón»: habla del nacimiento de una revista escolar como un sueño, «cuando la libertad de expresión esta amordazada». Un grupo de alumnos y profesores continúan la vida de otra revista, «Guadalquivir», con «El Tablón», promoviendo una «convivencia libre y formativa». Vehículo de acercamiento para conserjes, limpiadoras, camareros, profesores, alumnos; «altavoz y espejo» de nuestra imagen pública y de nuestras reivindicaciones. El tablón de nuestras quejas, de nuestras ilusiones.

Cada número lanzado por el Aula de Cultura se construía con un patrón o modelo simple: editorial; tribuna libre u opinión; entrevista sobre elecciones; votaciones del 28F; crónica de barrios (Moreras, Fátima); entretenimiento; cultura; crucigramas; humor gráfico (Delgado, Ordoñez); deportes; anuncios; portada y contraportada; entrevistas realizadas por el colectivo MAJAL a Francisco Luque, el nuevo director, a Enrique Ventosa…; artículos de fondo sobre el derecho a la vida, por J. G. Rabasco; caricaturas de Ángela, Alicia (Ética), Paco Paños… o solidarios con el Instituto Lopez Neyra por la expulsión de uno de los componentes de la redacción de su revista «Voz»; ensayos bajo la firma de Juan Rafael Pérez Cantillo y Manuel Sánchez Rabadán sobre la «Apatía y desilusión»; crónicas del Mundial de Futbol del 82 o «me dicen que hable de Feminismo» de Toñi Caamaño…, «harta de que nos lo den todo hecho y dicho»; y la poesía y letrillas de Miguel Amate o de Ana Maria Pineda; Primero de Mayo; las cruces; las reivindicaciones concretas de Electrónica; administrativos, electricidad, automoción y madera; la impuntualidad del profesorado; el mal uso de las máquinas electrónicas; la falta de coches; el equipamiento en los talleres de madera; reseñas sobre claustros, elección del director o protestas por la ausencia de la representación del alumnado en el mismo, sobre los carnavales, «Andalucía dijo sí» o participar en la manifestación, el slogan «UCD, UCD , la sotana se te ve»; también comentarios acerca de «cómo se las ve y se las desea un alumno para solucionar los pasos sobre un accidente de trabajo en clase», de las proyecciones de películas para el viaje fin de estudios o sobre la afluencia de padres, solo 5 a una asamblea de una estadística de 1000 alumnos o denuncias de un profesor a un curso…

La idea de participación, de ser los alumnos los protagonistas de sus acciones, de sus iniciativas, de cogestionar y de realizar una acción informativa en el centro creó ilusión en los más conscientes y con cierta habilidad para este menester, de modo que se fue configurando un grupo con alumnos de Electrónica del tercer curso de segundo grado: Antonio Ruiz Aranda, Juan Rafael, Baldomero, Miguel Amate, Manolo Rabadán, los dibujantes Delgado y Ordoñez y tantos otros y otras.

El nombre de «El Tablón» posiblemente se le ocurrió a alguno de estos avispados alumnos, al fijar la vista en los numerosos tablones informativos que concurrían en los portales de entrada y en los pasillos, cerca de Secretaría. El nombre era fácil de entender y de aceptar.

Se formó un equipo de redacción del que prácticamente desaparecí. La única recomendación era no dañar la imagen de nadie: respeto y tolerancia en todas las informaciones y opiniones.

En un despacho de la segunda planta del edificio se concretó la redacción. El lugar lo decoramos con carteles del referéndum del 28 de febrero, techo, paredes y puerta.

El trabajo se acumulaba, no solo por las actividades de otro tipo, sino por la misma dinámica de los estudios, de modo que se sacaron tres revistas, una por trimestre, en folios, que eran escritos por las chicas de la FP de Administrativo.

La mesa de trabajo era sencilla. En el primer número estaban presentes los profesores de Religión, después desaparecieron…; se discutía el formato, los temas de ese mes, los artículos o entrevistas, la información del centro, páginas de humor, pasatiempos, portada y contraportada…

Una vez recopilados los trabajos y mecanografiados, se maquetaba y se colocaban las viñetas para hacer más ágil y divertido el número. Se escaneaban y simultáneamente se «quemaba» un cliché de multicopista. Rafael, el conserje, con su eterno cigarro y copa de más, los imprimía. Tuvo un éxito grande. «El Tablón» reflejaba el hervidero del instituto.

En consecuencia, esta experiencia ayudó a confrontar ideas, a conciliar posiciones, a discutir sin enemistarse, a poner al servicio del común las cualidades literarias, graficas, artísticas… Se descubrieron nuevos valores de amistad, de compañerismo, de igualdad en el trato, de echar más horas que un reloj, del esfuerzo… hasta conseguir ver el producto en las manos de todos.

Después, los años siguientes no tuvieron la continuidad de aquel ilusionado grupo. Muchos terminaron. Otros profesores, los más dinámicos, optaron por subir en su carrera profesional o política. Incluso yo mismo dejé de ser profesor del instituto, un instituto del que conservo un gran recuerdo y una gran estima, en 1986, a causa de la represión del obispo.

Fue una experiencia muy divertida. Por último, sirva lo anteriormente escrito como homenaje a compañeros y amigos, citados en el artículo, que ya sea por accidente, edad, cáncer o infarto ya no están. Que un medio de fino «Peseta» y la Virgen del Puente Romano os acompañen.